Reinas

La Reina Isabel II afirmó que no se sentía bien vestida sin sus bolsos, los consideraba como una prolongación de sí misma y jamás se separaba de ellos, no por necesidad, sino por costumbre, por lenguaje secreto…
Movía el bolso de una mano a otra y el mundo lo entendía: una señal para irse, para quedarse, para cambiar el ritmo de lo que pasaba.

Este trabajo parte de ahí, de esa anécdota que se vuelve símbolo. Y observa, sin prisa, cómo otras mujeres también llevan el suyo.
Son bolsos grandes, pequeños, coloridos, discretos…

Manos que cargan un bolso que no solo lo sostienen: lo protegen, lo abrazan, lo sujetan con firmeza, lo dejan caer casi con desdén o incluso los cuelgan como un objeto cotidiano;  cuerpos que avanzan: ¿solo con el peso del bolso? ¿de la responsabilidad?, ¿del cuidado? …; señas que se repiten sin saber por qué.
En este gesto cotidiano a menudo invisible, automático, heredado hay una coreografía íntima que revela más de lo que parece (o tal vez no).